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A 200 metros del mar en la comuna de Teodoro Schmidt, en un sector rural se encuentra la Escuela Pública Porma, parte del Microcentro Kompuche Ño Rakizuam. ubicada en la región de la Araucanía, sin clases presenciales, sus profesores han buscado nuevas formas de realizar clases y seguir en contacto con sus alumnos.
En esta búsqueda por enseñar de manera distinta y entretenida, los profesores de la escuela han ideado múltiples estrategas educativas, destacando un proyecto de lectura y lenguaje al que llamaron el bolso viajero, una dinámica que pretende mantener el contacto entre compañeros y seguir aprendiendo.
Una de sus profesoras, Ana Soto quien comenzó su vida pedagógica en la misma escuela donde lleva más de 32 años enseñando junto a su marido que también es profesor, nos cuenta cómo nace este proyecto junto con las demás estrategias que han intentado aplicar durante esta pandemia, con dificultades han logrado adaptar sus clases y salir adelante.
“Hemos tenido que volver a trabajar como cuando no teníamos computador. Aquí en la escuela se utiliza mucho el computador, los niños ven el proyecto hacemos actividades, es otro sistema y en este momento no puedo hacer clases virtuales con mis estudiantes de primero y segundo básico”, dice la profesora.
Al comienzo de la pandemia, la docente y coordinadora del Microcentro pensó que con la tecnología disponible iba a poder utilizarla a su favor y enseñar a través de medios digitales, sin embargo, los problemas de conectividad de la localidad no se lo permitieron, “yo pensaba que iba a poder llamarlos por video llamada y no me funcionó. Me sentí súper frustrada y a pesar de que me dicen “pero como con dos niños no vas a poder hacer clases online” pero no funciona.
“Lamentablemente en el campo las condiciones de los apoderados, hay mucha inequidad, en este tiempo de pandemia ha resaltado la inequidad que hay en nuestros tipos de estudiantes y la falencia que tienen en su casa para poder optar por mejores tecnologías”, agrega.
Por la escasa conectividad de la zona, ella junto a los demás profesores han tenido que idear nuevas estrategias de aprendizajes para sus alumnos, con materiales impresos. Un proyecto que promete entretener a sus alumnos es el bolso viajero para la asignatura de lenguaje que está realizando Ana junto a su marido.
La idea nace con el fin de recordarles a sus alumnos que están en casa de su escuela la disponibilidad de material que tenían para aprender en sus salas de clases. “Aquí en la escuela, la sala es linda, tiene libros, en todos lados hay material que está disponible para los alumnos. Ellos tienen cajones donde pueden buscar libros y entre eso tengo muchos cuentos. Entonces yo creo que eso es algo que también echan de menos”, comenta la docente.
Construyendo el plan de formación ciudadana para sus alumnos el cual se basa en que los niños interactúen, y que aprendan sobre el respeto y la solidaridad, la profesora junto a su marido, se dieron cuenta que interacción entre compañeros se estaba perdiendo dadas las circunstancias.
“Entonces a partir de eso, de cómo hacíamos que interactúen entre ellos de una manera que fuera pedagógica y también que fuera posible de realizar, sin que se tuvieran que reunir, manteniendo la distancia física nace la idea”, nos dice Ana.
Estos bolsos viajeros estarán enfocados en incentivar la lectura y mantener el contacto entre compañeros, “estamos creando unos bolsos viajeros y en esos bolsos viajeros vamos a poner libros de la escuela, va a tener cuentos, va a tener un diccionario, unos condoritos y vamos a hacer un set de texto”, comenta.
Se entregarán a distintos grupos de niños, según nivel de lectura y se traspasará de alumnos en alumnos cada 15 días. Con instrucciones y un cuaderno en blanco para escribir, los alumnos tendrán que dejarle un mensaje a su próximo compañero quién recibirá el bolso viajero, incentivando y manteniendo la relación entre niños.
“La idea es que no lean todos los textos, que lean algunos, que elijan libremente, que se sientan como en la escuela y pretendemos que les digan a sus compañeros qué tal les parecieron los libros, que les manden un saludo, que ellos puedan interactuar”, comenta.
El bolso viajero se comenzó a implementar durante las primeras semanas de agosto y cada 15 días se le entregará a un nuevo compañero. Otra de las estrategias que han empleado los profesores es la confección de materiales didácticos para que los alumnos más pequeños puedan jugar y aprender.
También ha encontrado la forma de incorporar la tecnología a sus clases. La profesora se graba realizando alguna clase o actividad y se los envía a los apoderados, con esto, pueden descargar el material y verlo sin la necesitad de utilizar internet constantemente. “Envío material, videos explicativos. Para cada curso, hice grupos de WhatsApp, entonces grabo el video, porque eso dicen las mamás que funciona. La retroalimentación me cuesta hacerla”, nos comenta Ana.
“Por eso me ha resultado lo de los videos porque ellos ven los videos cuando pueden, cuando tienen tiempo y ahí me van preguntando. La retroalimentación lo hacemos por teléfono”, agrega.
Las condiciones de cada familia juegan un rol importante en cómo van aprendiendo los niños y lo que la profesora puede hacer con ellos. A pesar del contexto actúa, los apoderados han respondido positivamente. “Dentro de todo lo que ha sucedido, tratan de cumplir. Eso lo valoro intensamente porque yo sé que están haciendo algo, mal o bien, pero tratan de hacerlo y los niños de cierta manera van avanzando”, dice Ana.
Algunos casos los padres trabajan y no siempre tienen acceo a internet o simplemente no cuentan con celulares. “Con el segundo año que son siete estudiantes tampoco me resulta (hacer clases online). Porque los papás no tienen actualizado su teléfono entonces tengo que hacer la misma clase dos veces y hasta tres. Además, con los papás que me podría comunicar, no tienen teléfono y salen a trabajar al campo, entonces cuando yo puedo conectarme con ellos es a la tarde, cuando vuelven a tomar once a las 18:00 – 19:00 de la tarde” nos comenta la coordinadora del Microcentro.
Parte de lo que caracteriza a la educación rural, es el trabajo personalizado que realicen los docentes con cada niño. “Es un trabajo muy personal que es la esencial de la educación rural, preocuparse mucho de responder cada duda, ser lo más personalizado posible para que el alumno pueda aprender (…) agobiada a ratos, cansada pero igual me pone contenta y me entusiasma eso de venir y hacer las cosas, de planificar de pensar de qué otra manera lo vamos a hacer”, agrega.
La docente pretende seguir aplicando el bolso viajero para otras asignaturas como matemáticas, “en matemáticas también estoy haciendo un bolsito, pero en este momento los materiales didácticos que he conseguido son para primer y segundo, entonces haré unos dos bolsitos, ya compré unos rompecabezas para sumar”.
Además, la escuela está interesada en comprar tablets con software educativos integrados que les permita seguir mejorando el aprendizaje de sus alumnos, “para los que están menos motivados, que sea un premio y motivación usar un tablet”, dice Ana.
La profesora comenta que a pesar de que los niños comprendan lo que está sucediendo a raíz de la pandemia, les cuenta entender la dimensión de lo que significa, “ellos cuando nos vemos, dicen que quieren volver, que echan de menos y ahí uno tiene que contenerlos y no ilusionarlos, le decimos que cuando estén las condiciones y cuando estemos seguros de que no les va a pasar nada ni a ellos ni a nosotros ahí vamos a volver.”
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